martes, 19 de marzo de 2013

La gasolina del conocimiento

Supongo que es evidente para todo el mundo, pero un día me di cuenta. Fue en el bar de la escuela de ingeniería donde trabajo, hablando con la camarera. Me contó que había estado de baja varios meses por una lesión en el codo, provocada por hacer demasiados cafés. Para mi sorpresa, me explicó que en el exiguo bar en el que estábamos se servían de 200 a 300 cafés al día, varias veces más que en un bar normal de igual tamaño.

El bar de la Escuela ya cerró, probablemente porque la empresa era más experta en ganar concursos de explotación que en explotar los bares que ganaba, pero no hay motivo de preocupación. La demanda de café ha sido fácilmente absorbida por los siete u ocho bares que rodean el Campus de Terrassa, cuyas cafeteras funcionan a pleno rendimiento. A esto hay que añadir las tres máquinas de (abominable) café del interior de la Escuela, y las cafeteras de cápsulas que hay en la mayoría de los departamentos para uso exclusivo del profesorado (sí, también hay una en dirección). Visitando otras universidades, he podido comprobar que los bares de facultad son el único lugar en el que el café no se produce bajo pedido, sino contra stock (esto es, se van haciendo cafés antes de que sean pedidos). Es más que probable que el corte de suministro de café llevaría en pocos días a la ralentización, si no la parálisis, de la actividad académica.

Los míticos cafeteros franceses, como Voltaire, del que se decía que consumía 70 tazas de café al día, u Honoré de Balzac, que al parecer consumió 50 mil tazas de café bien cargado para escribir su monumental Comedia Humana, se encontrarían a gusto en la actual academia. Café no les iba a faltar, desde luego.

No hay comentarios:

Publicar un comentario