lunes, 16 de abril de 2012

La caza y el príncipe

Estos días hemos podido comprobar que el actual rey de España dedica su tiempo libre a la caza de elefantes y otras piezas de caza mayor. Esta conducta ha despertado la reprobación general, como no podía ser de otra manera. Ahora bien, ¿a qué puede obedecer esta conducta, no solo reprobable, sino extravagante?

Una posible respuesta la podemos encontrar en El Príncipe, de Nicolás Maquiavelo, que como es sabido trata de las cualidades del buen príncipe (en el siglo XIV), tomando como modelo a un antecesor del actual monarca, Fernando el Católico. En concreto, en el capítulo XIV, de los deberes del príncipe para con la milicia, podemos leer:

"En consecuencia, un príncipe jamás debe dejar de ocuparse del arte militar, y durante los tiempos de paz debe ejercitarse más que en los de guerra; lo cual puede hacer de dos modos: con la acción y con el estudio. En lo que atañe a la acción, debe, además de ejercitar y tener bien organizadas sus tropas, dedicarse constantemente a la caza con el doble objeto de acostumbrar el cuerpo a las fatigas y de conocer la naturaleza de los terrenos, la altitud de las montañas, la entrada de les valles, la situación de las llanuras, el curso de los ríos y la extensión de los pantanos. En esto último pondrá muchísima seriedad, pues tal estudio presta dos utilidades: primero, se aprende a conocer la región donde se vive y a defenderla mejor; después, en virtud del conocimiento práctico de una comarca, se hace más fácil el conocimiento de otra donde sea necesario actuar, porque las colinas, los valles, las llanuras, los ríos y los pantanos que hay, por ejemplo, en Toscana, tienen cierta similitud con los de las otras provincias, de manera que el conocimiento de los terrenos de una provincia sirve para el de las otras. El príncipe que carezca de esta pericia carece de la primera cualidad que distingue a un capitán, pues tal condición es la que enseña a dar con el enemigo, a tomar los alojamientos, a conducir los ejércitos, a preparar un plan de batalla y a atacar con ventaja."

Esta justificación de la actividad cinegética de los reyes podía tener justificación en el siglo XIV, pero no en la actualidad, una época en la que las cuestiones militares se rigen por parámetros bien diferentes de las de entonces, y con todas seguridad no están bajo el gobierno real de los príncipes. Sin olvidar el hecho de que bien poco se puede aprender en Botswana de la orografía de la Península Ibérica.

Y si es absurdo que los reyes, y no solo los reyes, se dediquen hoy en día a la caza mayor, no menos absurda es, claro está, la pervivencia de la monarquía como institución.


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